lunes, 22 de junio de 2009

Los padres también tenemos la culpa





Fotografía: Paulina Jarrín "Niño llora solo en guardería".

Si tomamos como hipótesis que la televisión no es precisamente la mejor escuela para nuestros hijos por qué le damos tanto espacio e importancia en la vida de los niños.

Los padres también tenemos la culpa por pensar que ella (la televisión) es infaltablemente una de las actividades diarias.

Moni es una profesora parvularia de la guardería “Mis Sueños” ubicada al norte de la ciudad de Quito. Ella cada día atiende a 20 niños que llenos de energía comparten con ella y dos profesoras más de 4 a 10 horas.

Si bien su experiencia no es muy amplia cuenta que nota como cada vez hay más niños que comparten poco tiempo con sus padres. “Hay niños que llegan a las 7:30 de la mañana y les vienen a retirar a las 6 de la tarde”. Y ello se evidencia no solo en la actitud emocional, sino también en su desempeño educativo.

“La tía Moni”, como la llaman insistentemente los niños, tiene 28 años, aunque su corta estatura y delgado cuerpo la hacen parecer aún más joven. Su cabello está siempre alborotado pero su sonrisa intacta frente a los problemas que cada día se presentan en su guardería. Muchos de ellos causados por ideas equivocadas de los niños sobre la violencia y la agresión.

“La tía” cuenta que hay varios niños que golpean a sus compañeros y que al pedirles explicaciones es muy común que la respuesta tenga a algún programa de televisión como ejemplo. “Después les preguntamos a los papitos y ellos dicen que no les dejan ver nada”. Entonces Moni no se explica dónde ven los niños esos programas que en lugar de educarlos los malcrían.

Los padres son los primeros responsables en la educación de los niños, y según la psicóloga Beatriz Paz la afectación que tenga la televisión en un niño dependerá de sus fortalezas y debilidades emocionales, las que son determinadas en su mayoría en el hogar.

Así, a pesar de que la sociedad obligue a los padres a trabajar incansablemente, no debemos olvidar que el motivo de la lucha son nuestros hijos, y en lo posible debe privilegiarse la calidad de tiempo que les dedicamos. Compartiendo actividades que cumplan no solo con nuestra responsabilidad familiar, sino con la ley que en nuestro país proclama desde el 2003 que se prohíbe:

1. La circulación de publicaciones, videos y grabaciones dirigidos y destinados a la niñez y adolescencia, que contengan imágenes, textos o mensajes inadecuados para su desarrollo; y cualquier forma de acceso de niños, niñas y adolescentes a estos medios;
2. La difusión de información inadecuada para niños, niñas y adolescentes en horarios de franja familiar, ni en publicaciones dirigidas a la familia y a los niños, niñas y adolescentes; y,
3. La circulación de cualquier producto destinado a niños, niñas y adolescentes, con envoltorios que contengan imágenes, textos o mensajes inadecuados para su desarrollo.
Estas prohibiciones se aplican a los medios, sistemas de comunicación, empresas de publicidad y programas. (Tomado del Código de la Niñez y Adolescencia del Ecuador.

Ni la tía Moni, ni la televisión (sin eximirla de culpa) pueden dar la educación que la familia brinda a los niños. Que son los sujetos más vulnerables en la sociedad y por tanto deben ser los más protegidos. Pero pese a que la normativa legal existe, no se presenta la denuncia desde la población que exija el respeto a uno de sus derechos básicos.

La tía Moni termina la jornada de cada día despidiendo a Andrés, el último niño en ser recogido, se cierran las cortinas y a esperar el próximo día en que ella tratará de suplir y subsanar todos los inconvenientes que surjan entre sus “chiquitines”, pero hace un pedido a los padres: “Escuchen a sus niños y contesten sus preguntas”.

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